El ajo contiene un gran número de aminoácidos, las unidades estructurales básicas que conforman las proteínas del organismo. Por eso es recomendable para la formación y reparación de huesos, articulaciones, tendones o ligamentos. Es especialmente rico en el aminoácido cisteína, con actividad antioxidante. Además el ajo negro aporta todos los aminoácidos esenciales, denominados así porque el cuerpo no es capaz de fabricarlos y debemos ingerirlos a través de la alimentación”.
Antioxidante: detiene la acción de los radicales libres, aquellos que causan el envejecimiento prematuro de las células del organismo.
Energizante: por su alto valor nutritivo, ya que contiene vitaminas (B1, B2, B3 y C), fibra, yodo, potasio, azufre, sodio, hierro y calcio.
Fortalece el sistema inmunológico: por su contenido importante de vitamina C. Contiene entre cinco y siete veces más polifenoles que el ajo blanco.
Estimulante de la función digestiva: ligero y fácilmente digerible. Elimina los problemas digestivos en cuanto a diarrea y estreñimiento.
Antimicrobiano: ataca y previene el desarrollo de las bacterias en el organismo. Posee un antibiótico y antimicótico natural que combate ciertos hongos.
Mejora el sistema respiratorio: combate el asma, la bronquitis y el malestar gripal.
Previene enfermedades cardiovasculares: mejora la circulación sanguínea, favoreciendo la función de los músculos y articulaciones. Por otro lado, reduce la tensión arterial, la agregación plaquetaria y controla los valores de colesterol en sangre.
Previene la migraña: por una sustancia vasodilatadora que contiene, ayuda a reducir la migraña y dolores de cabeza.